Hoy hemos traducido este texto publicado en el New York Times porque es muy interesante y os va a gustar a muchos (además de que encontraréis razones para apoyar lo que dicen): DISFRUTADLO…
Los últimos dos años mis compañeros y yo hemos estado entrenando a perros para poder realizarles un escáner de Imagen por resonancia magnética (M. R. I., completamente despiertos). Lo que pretendíamos era determinar cómo funciona el cerebro de un perro y, lo que es aún más importante, saber qué piensan ellos de nosotros los humanos.
Ahora, después de ensayos y escáneres a una docena de perros, mi conclusión indiscutible es ésta: los perros también son personas.
Como los perros no hablan, los científicos se han basado en observaciones del comportamiento para deducir lo que los perros piensan. Es un asunto delicado, no puedes preguntarle a un perro por qué hace algo ni, por supuesto, preguntarle cómo se siente. La posibilidad de averiguar las emociones de los animales asusta a muchos científicos: después de todo, la investigación animal es bastante complicada. Ha sido fácil esquivar las difíciles preguntas sobre la conciencia y las emociones animales ya que han sido preguntas que no se podían contestar.
Hasta ahora.
Atendiendo directamente a sus cerebros y dejando de lado las limitaciones del comportamiento, las MRI pueden mostrarnos los estados internos de los perros. Las MRI son muy ruidosas y en espacios muy reducidos. A la gente no lo gusta y tienes que estar completamente inmóvil durante el procedimientos. La práctica veterinaria habitual dice que tienes que anestesiar a los animales para que no se muevan durante el escáner, pero no se puede estudiar el funcionamiento del cerebro en un animal anestesiado, al menos nada interesante como la percepción o la emoción.
Tratamos a los perros como a personas desde el principio, con una hoja de consentimiento parecida a la que se firma cuando tienes que dársela a un niño, firmada por el propietario del perro. Hicimos hincapié en que la participación era voluntaria, y que el perro tenía derecho a dejar el estudio. Sólo usamos métodos positivos, nada de sedantes o ataduras: si el perro no quería estar en la MRI, se podía ir, como cualquier humano.
Mi perra Callie fue la primera. Rescatada de una protectora, Callie era una mezcla de terrier negra. Fiel a sus raíces, ella prefería cazar ardillas y conejos en el patio que verse envuelta en regazo. Ella tenía una curiosidad natural (que probablemente le llegó cuando estaba en la protectora), pero también hizo que el ensayo fuera un suspiro.
Con la ayuda de mi amigo Mark Spivak, un entrenador de perros, empezamos enseñándole a Callie a entrar en el simulador de MRI que construí en mi salón. Aprendió a subir unas escaleras y meterse en un tubo, poner su cabeza en cojín hecho a medida, y quedarse quieta durante períodos de hasta 30 segundos. Oh, y también tuvo que aprender a llevar orejeras para proteger su sensibilidad auditiva de los 95 decibelios de ruido que hace el escáner.
Después de meses de ensayos y algunas pruebas de error del escáner MRI verdadero, fuimos compensados con los primeros mapas de actividad cerebral. Para nuestros primeros tests, medimos la respuesta cerebral de Callie a dos señales manuales en el escáner. En experimentos posteriores, aún no publicados, determinamos qué partes de su cerebro distinguían los olores familiares y no familiares de perros y humanos.
Pronto, la comunidad local de perros aprendió a reconocer qué pensaban los perros a partir de nuestra investigación. En menos de un año, habíamos congregado a un equipo de doce perros certificados ya por la MRI.
Aunque sólo estamos empezando a responder preguntas básicas sobre el cerebro canino, no podemos ignorar las impactantes similitudes entre los perros y humanos en cuanto a la estructura y el funcionamiento de una zona clave del cerebro: el núcleo caudado.
El núcleo caudado anticipa cosas que nos van a gustar, como la comida, el amor o el dinero. […]
En perros, encontramos que la actividad en el caudado incrementa en respuesta a una mano indicando comida, así como por olores familiares. Y en estudios anteriores también se activaba con al vuelta de su dueño que había desaparecido momentáneamente. ¿Es esto realmente una prueba? No del todo, pero muchas de las cosas que se activan en el caudado humano asociadas a emociones positivas, también activa el caudado del perro. Los neurocientíficos le llaman a esto homología funcional, y puede ser un indicativo de las emociones animales.
La habilidad de experimentar emociones positivas como amor y apego, significaría que los perros tienen un nivel de conciencia y sensibilidad comparable al de un niño, y esta habilidad nos invita a re-pensar sobre cómo tratamos a los perros.
En resumen, los perros hasta ahora se han considerado como una propiedad y estos estudios nos empujan a pararnos a pensar sobre las limitaciones y los comportamientos que tenemos con ellos. Los perros (y muy probablemente otros animales parecidos a nosotros), parecen tener emociones como las nuestras, lo que significa que no podemos tratarles como hasta ahora lo hemos hecho ni como una propiedad.
Los perros son humanos
Artículo original: NY Times
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